lunes, 25 de marzo de 2013

Fitorerapia


En la actualidad, no podemos ignorar los avances de la ciencia y la tecnología en materia de salud, ya que muchas son las enfermedades que se pudieron controlar e incluso erradicar a través de métodos diagnósticos cada vez más precisos y sofisticados, junto con el desarrollo de vacunas y novedosas drogas de síntesis. Sin embargo, un gran número de padecimientos continúan aquejando al hombre, en especial aquellos de curso crónico (cáncer, artrosis, asma bronquial, depresión, psoriasis, etc.) o las que comprometen al sistema inmunológico (enfermedades virales, resistencia a los antibióticos, sida, etc.).
Tampoco podemos dejar de lado las reacciones adversas, tóxicas y los efectos secundarios generados por las drogas de síntesis, lo cual lejos de desdeñarlas, nos advierten que su empleo no está exento de riesgos, debiendo con ellas actuar en el momento oportuno y con el paciente adecuado. En el preciso caso de las enfermedades crónicas es donde muchas de estas drogas de síntesis no cumplen con los objetivos preestablecidos, y por contraposición, los fitomedicamentos se erigen una alternativa altamente positiva y con menores secundarismos o efectos adversos.
Desde tiempos remotos el hombre hizo uso de las plantas con fines alimenticios y medicinales, aprendiendo primero del comportamiento de los animales y luego a través de su propio instinto, generado en base al método del acierto y el error (conocimiento empírico). De esta manera supo distinguir entre especies beneficiosas y dañinas, constituyendo el primer escalón en la extensa historia de la fitoterapia. 
La historia de la Fitoterapia supo cosechar épocas de esplendor (medicina griega, árabe) y también épocas de oscurantismo (edad media), transitando firme e incólume hasta los días actuales. Existen en sus vertientes dos fuertes corrientes: una enraizada en el conocimiento ancestral y popular (fitoterapia clásica), otra apoyada por la metodología de investigación científica (fitomedicina). No podemos hablar de corrientes enfrentadas, sino más bien de lineamientos enlazados. En una gran cantidad de casos la ciencia moderna, a través de la farmacognosia, la fitoquímica y la biología molecular ha certificado y corroborado lo que el saber popular sostuvo y avaló durante siglos. 
Por lo tanto no es ajeno a ello que en la actualidad las principales firmas farmacéuticas del mundo estudien, investiguen y desarrollen nuevos medicamentos provenientes del reino vegetal, ya sea a través del empleo de la planta entera, al aislamiento de sus principios activos o a través de la hemisíntesis química tomando como punto de partida una molécula vegetal. De esta manera comprenderemos porqué el mercado de fitomedicamentos crece día a día, ocupando por ejemplo en Europa o Estados Unidos casi el 40% de los productos que comprenden el circuito comercial farmacéutico. Basta mencionar algunas de las hierbas top que forman parte de este mercado: Ginkgo biloba, Hypericum perforatum, Cimicifuga racemosa, Hydrastis canadensis, Piper methysticum (Kava-Kava), Equinácea spp., Aloe Vera, Serenoa repens, Allium sativum (ajo), Vitis vinífera (uva) o el conocido Panax ginseng.
Existen en el mundo unas 250.000 especies vegetales de las cuales sólo se conoce el 10% de ellas, considerándose como medicinales alrededor de 12 mil especies en total. De acuerdo con cifras emanadas por la O.M.S. en 1994, casi el 80% de la población mundial depende para su atención primaria de la salud, de las plantas medicinales. Teniendo en cuenta el escaso conocimiento de las especies que pueblan el planeta y la alta demanda poblacional de las mismas, comprenderemos que es muy largo el camino que aún queda por recorrer y muchos los medicamentos que restan por descubrir, para lograr que el hombre tenga la calidad de vida que merece.

Dres. Jorge R. Alonso y  Hugo S. Golberg 


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